OPINIÓN

Edmundo Browne V.

Es imposible no abordar la verdadera hecatombe que ha generado en el comercio internacional la decisión del gobierno estadounidense de imponer en forma unilateral aranceles a todo el mundo, ocasionando una inestabilidad e incertidumbre que no se había visto desde hace muchos años. La primera medida del gobierno de Trump fue fijar aranceles a la totalidad de los países, con un tratamiento más gravoso a las naciones asiáticas y en especial a China, en donde los gravámenes quedaron en un 145%. Los asiáticos, por su parte, contestaron con 125% de tarifas arancelarias, lo que en la práctica significa un bloqueo del comercio entre estos dos estados. Europa tampoco se libró y al inicio se le asignaron aranceles de un 20%, para luego de algunos vaivenes disminuirlos a un 10%, al igual que a casi todo el resto, con excepción de Asia.

Según la información oficial de las autoridades del país del norte muchos gobiernos se han acercado para establecer negociaciones y –según se ha publicado– están muy dispuestos a cambiar las condiciones para mejorar el acceso a los productos estadounidenses y de esta forma mejorar el inmenso desequilibrio en la balanza comercial que sufre la primera potencia económica mundial. Las autoridades estadounidenses han expresado que el gobierno chino los ha contactado para iniciar negociaciones, lo que ha sido categóricamente desmentido por el país asiático, debido a

que –puntualiza el gobierno chino– previo a cualquier conversación es indispensable recuperar las confianzas y el respeto.

Difícil se ve el panorama global, la impetuosa acción del gobernante Trump ha generado una incertidumbre de la que no se tiene memoria. Los valores de las acciones de las empresas mundiales han sido muy afectados, las cadenas minoristas de EEUU comienzan a manifestar que podrían entran en una etapa de escasez de productos y el consumidor nacional verse fuertemente afectado. También el aumento de la inflación es una amenaza que todos los analistas creen que se podría acrecentar, con lo que la Reserva Federal se vería obligada a mantener o incluso subir la tasa de interés.

Para nuestro país, ni hablar, este nivel de incertidumbre y riesgos de imposición de barreras arancelarias gatillado por Estados Unidos podría desencadenar que otros países se sumen a políticas proteccionistas. Esto afectaría drásticamente a las exportaciones chilenas y dañaría sensiblemente nuestra economía.

Para ejemplificar, más de la mitad de la uva de mesa se destina al mercado norteamericano. Una parte importante del salmón se exporta a EEUU. Algo menor es la incidencia de arándanos, vinos, cerezas, madera procesada y cobre. Por otro lado, de caer China en una recesión, requeriría menos cobre y este país es por lejos el primer comprador de cobre chileno.

La única receta o fórmula posible para pasar por estos álgidos tiempos es diversificar nuestros mercados de destino, lo que es fácil decirlo, pero difícil de hacerlo, sobre todo para el exportador chileno que, con honrosas excepciones, no tiene en su ADN la asociatividad y colaboración para enfrentar en conjunto nuevos mercados externos. Mientras menos concentradas sean nuestras ventas al exterior, mayor fortaleza y capacidad de pasar el chaparrón tendremos. Ahí deben estar puestos todos los esfuerzos.

Ojalá que el sosiego y la prudencia prevalezcan y en el más breve plazo se puedan recuperar las confianzas, la armonía, el respeto, y no se consolide y extienda la guerra comercial que estamos viviendo hoy en día